Los trenes llegaron a Bolivia en 1889, como símbolos inequívocos del progreso. Pero el tiempo se encargó de oxidar todo ese prometedor avance ligado a la industria minera. El complejo ferroviario de Uyuni, un pequeño pueblo ubicado en el Altiplano Central del Estado de Potosí se convirtió con el tiempo y hasta hoy en uno de los cementerios de trenes más increíbles del mundo.
Las siluetas de los trenes se muestran empequeñecidas por el altiplano. Pero pareciera que ni el viento ni las temperaturas extremas del lugar pueden terminar con ellos. Los trenes que fueron parte de un pasado industrial en franca decadencia, se transformaron en la actualidad en un destino turístico.
Los trenes abandonados a su suerte en el altiplano desértico, son piezas únicas de arqueología industrial del siglo XX. Pero además el lugar es increíble como muchos de los paisajes de Bolivia que parecen extraídos de algún planeta aún por descubrir.
El pueblo está prácticamente aislado del mundo, geográficamente hablando, pero comunicado por tren y rutas sin pavimentar con otros pueblos y ciudades. Entre sus principales atractivos cuenta con los paisajes surrealistas del Salar de Uyuni, destino deseado por miles de aventureros del mundo.
Y para cerrar un frase que resume la sensación del lugar (Indymedia): “Visitar el cementerio de trenes es como asomarse al desván de parte de nuestra historia, una historia que viajó en tren y que dejó más penas y vientos que riquezas prometidas.”
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Imagen: Alice Chen
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